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VÍCTOR Y SU CANTABRIA

 

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NAUFRAGIOS

 EN LOS LITORALES DE CANTABRIA

por JOSÉ LUIS CASADO SOTO

LA HISTORIA DE LAS COSTAS CÁNTABRAS SE RELATA, DE ALGUNA FORMA, A TRÁVES DE LAS PÉRDIDAS DE GRANDES BUQUES, DE PEQUEÑOS VELEROS, DE FRÁGILES BARCOS DE PESCA HUNDIDOS POR LAS FUERZAS DE LA NATURALEZA, TEMPORALES, GALERNAS Y OTRAS  TEMPESTADES HAN SEMBRADO EL LITORAL CÁNTABRO DE NAUFRAGIOS Y MUERTES, ALGUNAS TAN ATERRADORAS COMO LAS PRODUCIDAS TRAS LA GALERNA DEL SÁBADO DE GLORIA ( 1878 ) INMORTALIZADA POR PEREDA EN " SOTILEZA". EN EL FONDO DEL MAR CANTÁBRICO REPOSAN LOS VESTIGIOS DE TODAS ESTAS PÉRDIDAS. EL LABORATORIO PARA INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS SUBACUÁTICOS, DEPENDIENTE DEL MUSEO MARÍTIMO DEL CANTÁBRICO SE OCUPA DEL ESTUDIO E INVESTIGACIÓN DE TODO EL PATRIMONIO MARÍTIMO SUMERGIDO EN NUESTRAS COSTAS, REALIZANDO TRABAJOS QUE HAN PERMITIDO HASTA EL MOMENTO LA DOCUMENTACIÓN DE CERCA DE DOS CENTENARES DE NAUFRAGIOS.

El constante y frecuente trasiego de barcos de pesca, comercio y guerra por los pueblos y litorales de la región, dio lugar, a lo largo de los siglos, a inmumerables naufragios, cuyos restos y vestigios reposan por doquier en el lecho marino. Dado que la mayor parte del litoral cántabro está formado por altos acantilados, precedidos de peligrosos rocheles y restingas, se ha comprobado que la mayor concentración de hundimientos localizados y conocidos se sitúa en el entorno de las ensenadas, rías, bahias y puertos, allí donde pretendieron refugiarse los infortunados tripulante cuando huían despavoritos, corriendo los terribles temporales oceánicos. Ya son cerca de tres milenios en los que se sabe de la práctica de la navegación en Cantabria, gracias a datos documentados mediante la arqueologia o por escrito. Los puertos  romanos de Vereasueca ( SAN VICENTE ), BLEDIUM ( SUANCES ), de la Victoria ( SANTANDER) y Flavióbriga ( Castro ), formaron parte del gran sistema portuario imperial durante casi cinco siglos. Pero es desde la franca EDAD MEDIA, a partir de la concesión del privilegio del fuero a las Cuatro Villas de la Costa de la Mar ( Castro, Laredo, Santander y San Vicente ) cuando la progresiva abundante de documentos nos permite apreciar en toda su complejidad el intenso tráfico maritimo generado y soportado por las costas de Cantabria hasta nuestros días.  Aunque con el transcurrir del tiempo los barcos crecieron en tamaño, fortaleza y cualidades marineras, que los hacian cada vez más seguros, lo cierto es que su real y desproporcionado pequeñez ante las descomunales fuerzas que desata la Naturaleza cuando muestra a los humanos su furor, ha hecho perecer en estas costas, tanto en el pasado como en el presente, embarcaciones de todo tipo y tamaño. Desde los grandes buques que trajeron a CARLOS V a España en 1517 y a FELIPE II en 1559, perdidos respectivamente en Santander y Laredo a poco de los reales desembarcos, hasta los incontables humildes barcos de pesca, hasta hace poco más de un siglo sin cubierta, a pesar  del viejo dicho marinero " barco sin cubierta, sepultura abierta", ya que si en el curso de cualquier  temporal embarcaban una ola, se anegaban e iban a pique sin remedio.

LOS TEMPORALES Y GALERNAS

La alta y cerada costa cantábrica, de tan escasa plataforma continental, ha obligado a sus mareantes , desde los remotos tiempos en que se atrevieron a engolfarse en sus broncas y peligrosas aguas, a enfrentarse con las olas y los vientos de los temporales oceánicos. En invierno son terribles los del Norte y Oeste, pero tampoco están a salvo de riesgo los apacibles meses veraniegos. Durante la estación bonancible, aquella que tradicionalmente se aprovechaba para navegar con más intensidad en los siglos pasados, el temporal adopta con frecuencia en el Cantábrico una forma especifica y fulminante, que se ha venido a llamar "galerna". Se trata de un temporal del cuarto cuadrante que suele presentarse súbitamente por estos litorales, tras vientos del sur, con fuertes ráfagas huracanadas del Oeste al Noroeste. Los hombres de mar, desde la frontera francesa a Galicia, han pagado secularmente un ingente tributo en vidas a este fenómeno meteorológico de extraordinaria violencia, que arbola la mar y desarbola los barcos y las fuerzas de marineros y pescadores a los que sorprende generalmente en primavera y otoño. En nuestro bronco mar ribereño el luctuoso historial de las galernas se recordaban como especialmente negros por el castigo de estas virazones del tiempo los años de 1842, 1864, 1870, 1873, 1874 y 1877. No obstante, a todos superó el de 1878, tristemente famoso por la que ha pasado a la historia como " Galerna del Sábado de Gloria", de 20 de abril, inmortalizada por JOSÉ MARÍA DE PEREDA en la novela " SOTILEZA". A las cinco de la mañana zarparon de la vieja dársena de Santander veintitrés lanchas mayores, siete barquias y una trainera, a la vez que hacían lo propio en los demás puertos de la costa. Salió el sol con la amanecida y soplaba brisa suave del Nordeste, a mediodía, el viento había rolado al Sur y repuntaban rachas hacia el Oeste. Algunos patrones arriaron las velas mayores y, con sólo el tallavientos, emprendieron la vuelta a puerto , aunque la mayoría continuaron la brega para no regresar de vacio. La mayor parte de las lanchas, abiertas y sin cubierta, faenaban a unas quince millas de la costa. Desatada de sopetón la galerna, fueron todas dispersadas, mientras las tripulaciones, izando la pequeña vela que llamaban" la unción", en popa, procuraban encontrar refugio desesperado en cualquier resquicio de la costa, cuando no se dejaban correr el temporal a palo seco, paralelas al litoral. Toda la población pescadora bajó a los muelles o subió a los altos de la costa con la angustia aferrada a la garganta. A las cuatro de la tarde comenzaron a llegar a Santander algunas lanchas desarboladas y una goleta mercante que habia recogido a los primeros náufragos. Durante aquella larga noche nadie pegó ojo, mientras llegaban noticias de los barcos perdidos en otros puertos y de los destrozos ocasionados en el interior de la región por el viento y el agua. El Domingo de Resurreción comenzó el aterrador recuento. En Cantabria habían perecido ahogados ciento treinta y dos pescadores ( sesenta de la capital, treinta y seis de Laredo, veintiocho de Colindres, cuatro de Suances, tres de Castro Urdiales y uno de Noja ), mientras que entre Vizcaya y Guipúzcoa se habían ahogado otros ciento noventa. En total sumaron más de trescientos veinte los pescadores que sucumbieron  en una sola tarde, tragados por la galerna junto con casi medio centenar de sus embarcaciones.