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VÍCTOR Y SU CANTABRIA

 

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LA  RECOGIDA DE ALGAS

UN TRABAJO ESPORÁDICO PARA MUCHOS CÁNTABROS

Las algas marinas, plantas muy bien pagadas, que se usan en la fabricación de casi todo, desde dulces hasta pinturas, han hecho que numerosas personas de diferentes puntos de nuestro litoral cantábrico se dediquen a su recogida.

Durante los meses de ínvierno esperan las fuertes mareas, aquellas que arrancan de los fondos marinos el alga "parda" y el alga "roja", de aspecto viscoso con olor  fuerte, que se enredan en los pies, y que van a parar a las playas.

ALGA ROJA

ALGA PARDA

Lejos de ser un estorbo, la mayoria de las algas son buscadas a toneladas por su utilidad. Estas grandes mareas se producen de septiembre y octubre hasta  enero, aproximadamente, enviando a las orillas de las playas y las rocas el llamado "roro rojo". Familias al completo, algunas con larga tradición en la recogida de las algas, se arremolínan hombro con hombro, haciendo guardía en la orilla a cualquier hora de la mañana o de la noche, en espera de una pleamar que acerque toneladas y toneladas de tan preciado producto.

La multitud de personas que se dedican, a este trabajo estan variada como el tipo de oficios que desempeñan habitualmente. En los últimos años, numerosos parados con sus familias aprovechan la  "colocación temporal" que la misma Naturaleza les propone para seguir viviiendo una temporada. El resto, vecinos, gentes que por su cercanía  con el mar o su amistad con personas tradicionales de la recolección, o, por lo menos, saneará economías deterioradas por la crisis.

Las jornadas de trabajo son interminables. Se trabaja contra reloj, evitando que la pleamar que atrajo el producto se lo lleve seis horas después con la bajamar hasta no se sabe cuándo. Otras veces, el mar no lo arrastrará suficiente y habrá que remojarse hasta el cuello durante algunas horas y días seguidos. Palada a palada se irá arrastrando hacia algún secadero (aceras y campos,en el mejor de los casos), en vehiculos de todo tipo, íncluidos los carros de tracción animal, para así poder vender al mayor precio posible, ya que mojado sólo llegará a las siete pesetas, mientras que seco, aunque  su peso se reduzca a un tercio, aoroximadamente,el precio aumenta a 45 pesetas, cifra que no sastiface en nada a las personas que se dedican al tema, teniendo en cuenta la cantidad de horas así como las condiciones en que se realiza el trabajo. Aunque la recogida del alga data de hace cinco mil años, ésta se usaba para medicinas y en la alimentación.El verdadero "boom" llegó hace cuatro décadas. En otros paises, así como en el nuestro, se utilizan también sistemas mucho más sofisticados para su recogida; barcos  con máquinas similares a las rastrilladoras del trigo peinan las zonas  del mar donde se encuentran las algas y convierten el trabajo en un auténtico negocio.

Estados Unidos es el mayor productor de algas. Las sustancias que de ellas se extraen (algina, musgo irlandés, agaragar) sirven para las más diversas utilizaciones, que van desde la investigación bacteriológica a los laxantes, reposteria, alimentación, productos índustriales y un largo etc...Filipinas es el único país con Canadá y con Chile en el campo de la exportación.

En la actualidad, los cientificos esperan, por medio de las algas, solucionar dos de los más graves problemas del mundo actual; el cáncer y el energético. La alimentación con algas es tradicional en paises como Japón y China, pero también se experimenta ya con éxito en Norteamérica. Nuestra región, beneficiada por el Cantábrico, al arrastrar éste cantidades importantes de algas, contribuye en menor medida  a las ganancias anuales que se producen en el mundo, sobrepasando éstas la importante cifra de 14.000 millones de pesetas. Los beneficios para nuestra región son importantes si se mira caso por caso. Todos , en su mayoría temporeros, con familias al completo, llegan a alcanzar, trabajando de sol a sol, importantes cantidades, algunas cercanas al millón de pesetas, aunque para estas personas el dinero no es suficiente. Los intermediarios y las empresas que se dedícan a la conversión del producto ofrecen cada vez menos. Hace sólo ocho años, el precio por kilogramo doblaba al actual.

 

Ricardo Cagigal